Glauco era un pescador que un día estaba pescando en un prado verde que descendía hacia el mar. Había extendido su captura sobre la hierba y estaba contando los peces cuando vio que todos empezaban a agitarse y luego, moviéndose hacia el agua, se deslizaban en ella y se alejaban nadando.
Estaba totalmente asombrado. ¿Lo había hecho un dios o había algún extraño poder en la hierba? Cogió un puñado y se lo comió. Al instante se apoderó de él una irresistible nostalgia del mar. No podía negarlo. Corrió y saltó a las olas. Los dioses del mar lo recibieron amablemente e invocaron a Océano y a Tetis para que purgaran su naturaleza mortal y lo convirtieran en uno de ellos.
Cien ríos fueron convocados para verter sus aguas sobre él. Perdió el conocimiento en el torrente.
Cuando se recuperó era un dios marino con el pelo verde como el mar y un cuerpo terminado en cola de pez, para los habitantes del agua una forma fina y familiar, pero extraña y repelente para los habitantes de la tierra.
La ninfa Escila estaba bañándose en una pequeña bahía, cuando lo vio surgir del mar. Huyó de él hasta que se detuvo en un elevado promontorio desde donde podía observarlo sin peligro, maravillada ante aquel ser mitad hombre, mitad pez.
Glauco la llamó: «Doncella, no soy un monstruo. Soy un dios con poder sobre las aguas y te amo». Pero Escila se apartó de él y se precipitó tierra adentro, perdiéndose de su vista.

Imagen
Glaucus and Scylla
Bartholomeus Spranger (1546–1611)
Licnecia: Dominio público
Fuente: Wikipedia
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