Hace muchas edades, cuando se creó el mundo, los dioses decidieron construir una hermosa ciudad en lo alto de los cielos, la ciudad más gloriosa y maravillosa que jamás se hubiera conocido. Asgard sería su nombre, y se erigiría en la llanura de Ida, a la sombra de Yggdrasil, el gran árbol cuyas raíces estaban bajo la tierra.
En primer lugar construyeron una casa con tejado de plata, donde había asientos para los doce jefes. En medio, y en lo alto del resto, estaba el trono de las maravillas de Odín, el Todopoderoso, desde donde podía ver todo lo que ocurría en el cielo, en la tierra o en el mar. Después construyeron una hermosa casa para la reina Frigg y sus hermosas hijas.
Luego construyeron una herrería, con sus grandes martillos, tenazas, yunques y fuelles, donde los dioses podían trabajar en su oficio favorito, la fabricación de cosas bellas de oro; lo hicieron tan bien que la gente llama a aquella época la Edad de Oro. Después, cuando tuvieron más tiempo libre, construyeron casas separadas para todos los Æsir, cada una más bella que la anterior, pues, por supuesto, cada vez eran más hábiles. Dejaron para el final el palacio del Padre Odín, pues pretendían que éste fuera el más grande y espléndido de todos.
Gladsheim, el hogar de la alegría, era el nombre de la casa de Odín, y estaba construida toda ella de oro, enclavada en medio de un bosque cuyos árboles tenían hojas de oro rubicundo, como un bosque dorado en otoño. Para seguridad del Todopoderoso, estaba rodeada por un río rugiente y por una alta valla, y en su interior había un gran patio.
La gloria de Gladsheim era su maravilloso salón, radiante de oro, la estancia más hermosa que el tiempo haya visto jamás. Valhalla, la Sala de los Héroes, era su nombre, y estaba techada con los poderosos escudos de los guerreros. El techo estaba hecho de lanzas entrelazadas, y había un portal en el extremo oeste ante el que colgaba un gran lobo gris, mientras sobre él planeaba un águila feroz. La sala era tan enorme que tenía 540 puertas, a través de cada una de las cuales podían marchar 800 hombres a la vez. De hecho, era necesario que hubiera sitio, pues ésta era la sala donde cada mañana Odín recibía a todos los valientes guerreros que habían muerto en combate en la tierra de abajo; y había muchos héroes en aquellos días.
Ésta era la recompensa que los dioses daban al valor.
Cuando un héroe había perdido gloriosamente la vida, las Valquirias, las nueve hijas guerreras de Odín, llevaban su cuerpo al Valhalla en sus caballos blancos que galopan por las nubes. Allí vivieron para siempre en la felicidad, disfrutando de las cosas que más habían amado en la tierra. Todas las mañanas se armaban y salían a luchar entre sí en el gran patio. Era un juego maravilloso, maravillosamente jugado.
No importaba cuántas veces muriera un héroe, volvía a la vida a tiempo para regresar perfectamente al Valhalla, donde tomaba un delicioso desayuno con los Æsir.
Mientras las bellas valquirias que le habían llevado allí por primera vez esperaban a la mesa y le servían el hidromiel bendito, que sólo los inmortales saborean. Fue una vida feliz para los héroes, y una vida feliz para todos los que habitaban en Asgard.
Imágenes.
Cabecera: Esta es una imagen de la interpretación visual de la ópera de Wagner Das Rheingold, dirigida por Otto Schenk.
Fuente: Wikipedia
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