Dos de los alimentos básicos de la agricultura mexica eran el maíz y el maguey, que es un tipo de cactus agave. El maíz era y es un alimento básico para muchas culturas tradicionales centroamericanas y ocupaba un lugar importante en su mitología y en sus conceptos de sí mismos como pueblos.
El pulque era una bebida embriagante, con fines principalmente rituales, pero la planta del maguey tenía otros usos además de proporcionar la savia con la que se fermentaba el pulque.
Las hojas eran comestibles y se usaban para hacer papel; las espinas se usaban como objetos rituales y como agujas; y con sus fibras se podían fabricar cuerdas y telas. En las historias sobre el maíz y el pulque, como en el relato anterior sobre la creación de nuevas personas a partir de espinas de pescado y sangre de dioses, vemos la función vital de Quetzalcóatl como embaucador que utiliza sus habilidades de cambio de forma para encontrar cosas que beneficien a los seres humanos.
Oxomoco y Cipactonal, el primer hombre y la primera mujer creados, desempeñan el papel de llevar el maíz al pueblo. Aquí vemos que el mito mexica está dividido en cuanto a cuál de estos personajes míticos es masculino y cuál femenino. En la “Leyenda de los Soles”, relatada anteriormente, Oxomoco es femenino y Cipactonal masculino, pero en la historia del origen del maíz, estos géneros se invierten.
Una vez que los dioses recrearon a las personas a partir de su propia sangre y de las espinas de los peces que Quetzalcóatl sacó del Mictlán, vieron que estos nuevos seres no tenían qué comer, por lo que fueron a buscar una fuente de alimento para las personas. Quetzalcóatl miró y miró, y finalmente vio una hormiguita que llevaba un grano de maíz en sus fauces.
“¿De dónde has sacado eso?”, le dijo Quetzalcóatl a la hormiga.
“No te lo voy a decir”, dijo la hormiga, y continuó su marcha de regreso a su colmena.
Quetzalcóatl siguió a la hormiga. “Parece un buen alimento”, dijo el dios. “¿De dónde lo has sacado?”
Pero la hormiga no contestó. Siguió caminando con el maíz en sus fauces. Quetzalcóatl no se dio por vencido. “¿De dónde lo has sacado?”, le dijo a la hormiga.
La hormiga vio que el dios no la dejaría en paz hasta que respondiera a su pregunta, así que la hormiga llevó a Quetzalcóatl a una gran montaña llamada Tonacatépetl, la Montaña de la Comida. Quetzalcóatl vio largas filas de hormigas que entraban y salían de la montaña.
Se transformó en hormiga y siguió a su guía al interior de la montaña. Dentro de la montaña había enormes montones de maíz y otras cosas buenas para comer. Aún en su forma de hormiga, Quetzalcóatl cogió un grano de maíz con sus mandíbulas y lo sacó fuera de la montaña.
Cuando hubo recogido suficiente maíz, lo llevó de vuelta a Tamoanchan, el lugar bendito, donde esperaban los dioses con su pueblo recién hecho. Quetzalcóatl entregó los granos de maíz a los dioses. Ellos probaron el maíz y se dieron cuenta de que sería el mejor alimento de todos para el nuevo pueblo. Pero no sabían cómo sacarlo de la montaña y llevarlo a su nuevo pueblo, pues convertirse en hormigas para sacarlo grano a grano llevaría demasiado tiempo y trabajo.
“¡Ya sé!”, dijo Quetzalcóatl a los otros dioses. “Iré a buscar el monte y lo traeré aquí, si ustedes me ayudan”.
Así, los dioses fueron juntos al monte Tonacatépetl. Ataron muchas cuerdas fuertes alrededor de la montaña. Tiraron y tiraron y tiraron, pero la montaña no se movía. Quetzalcoatl y los otros dioses regresaron a Tamoanchan sintiéndose muy desanimados.
Entonces Oxomoco tomó algunos de los granos de maíz que Quetzalcóatl había traído consigo. Con la ayuda de su esposa, Cipactonal, Oxomoco realizó una adivinación con el maíz.
“¿Qué te dicen los granos de maíz?”, preguntó Quetzalcóatl.
Oxomoco respondió: “Hay que romper la montaña, pero el único que puede hacerlo es Nanahuatzin”.
Nanahuatzin, el dios enfermizo, accedió a abrir la Montaña de la Comida. Le preguntó a Tláloc, el dios de la lluvia, si podría contar con la ayuda de los tlaloque, los sirvientes de Tláloc que son los señores de la lluvia y el rayo. Tláloc respondió: “Con gusto los dejaré ir contigo”.
Tláloc convocó a sus cuatro sirvientes, y éstos eran el tlaloque azul, el tlaloque blanco, el tlaloque amarillo y el tlaloque rojo. “Iréis con Nanahuatzin y le ayudaréis a abrir la montaña de comida”, dijo Tláloc a sus sirvientes.
Y así Nanahuatzin y el tlaloque fueron al monte Tonacatepetl. Nanahuatzin y el tlaloque usaron sus poderes para abrir la montaña.
De la montaña brotaron todas las cosas buenas: maíz, frijoles, amaranto y muchas otras semillas que la gente podía plantar y comer como alimento.
Pero los dioses estaban celosos de esta abundancia, así que el tlaloque se lo llevó todo. Así, Tláloc y sus sirvientes reparten lluvia y comida a la gente en su estación.
Quetzalcóatl y los otros dioses miraron al pueblo que habían creado. La gente tenía comida para comer y semillas para plantar, y la tierra en la que vivían era buena, pero la gente no era feliz. Así que Quetzalcóatl se propuso encontrar algo que ayudara al nuevo pueblo a ser feliz y a tener buena comida.
El dios subió a los cielos, donde encontró a Mayahuel, la diosa del cactus maguey. Mayahuel era nieta de un tzitzimitl, que es una deidad de una estrella que brilla en el cielo nocturno. Quetzalcóatl fue donde Mayahuel y le dijo: “Ven conmigo a la tierra. Necesito tu ayuda para hacer una cosa para la gente para que puedan ser felices”.
Mayahuel se fue en secreto con Quetzalcóatl, pues temía la ira de su abuela y de los demás tzitzimime, que luchan cada noche por seguir brillando en el cielo negro, pero el sol los aleja. Juntos, Mayahuel y Quetzalcóatl entrelazaron sus cuerpos, convirtiéndose en un alto árbol. Mayahuel era una rama del árbol y Quetzalcóatl la otra.
Cuando la abuela de Mayahuel despertó de su sueño, vio que su nieta había desaparecido. Llamó a los tzitzimime y les ordenó que encontraran y mataran a Mayahuel.
Los tzitzimime bajaron a la Tierra. Buscaron a Mayahuel por todas partes, hasta que finalmente dieron con el árbol en el que ella y Quetzalcóatl se habían convertido. Los tzitzimime atacaron el árbol. Lo derribaron y rompieron las ramas. La abuela de Mayahuel reconoció la rama que era Mayahuel. Ella la rompió en muchos pedazos pequeños y se los dio a los otros tzitzimime para que se los comieran.
La rama de Quetzalcóatl no fue tocada por los tzitzimime, y cuando estos dioses-estrellas volvieron a los cielos, Quetzalcóatl retomó su propia forma. Miró a su alrededor y vio los huesos de Mayahuel esparcidos en pedazos por todas partes. Apenado, Quetzalcóatl recogió los huesos.
Los plantó cuidadosamente en la tierra y, al cabo de un tiempo, brotaron de ellos plantas de maguey. Quetzalcóatl tomó la savia de las plantas y la fermentó en pulque. Llevó el pulque a la gente y se lo dio a beber. Descubrieron que cuando lo bebían, sus corazones se aligeraban y les daban ganas de cantar y bailar.
Imágenes
Ilustración del Códice Mendoza que representa a ancianos aztecas fumando y bebiendo pulque.
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Tlaloc, Dios de la Lluvia, Trueno, Terremotos
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Quetzalcoatl, Dios de la Sabiduría
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Ilustración de Mayáhuel, una de las deidades descritas en el Códice Borgia
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El descubrimiento del pulque
Autor: José María Obregón
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