Hera, la hija mayor de Cronos y Rea, nació en Samos o, según algunos relatos, en Argos, y fue criada por las divinidades marinas Océano y Tetis, que eran modelos de fidelidad conyugal. Era la esposa principal de Zeus y, como reina del cielo, participaba en los honores que se le rendían, pero su dominio solo se extendía sobre el aire.
Hera parece ser la encarnación sublime de la estricta virtud matrona, y es por ello la protectora de la pureza y de las mujeres casadas.
Intachable ella misma en su fidelidad como esposa, es esencialmente el tipo de la santidad del vínculo matrimonial, y aborrece cualquier violación de sus obligaciones.
Tan fuertemente imbuida estaba de este odio a cualquier inmoralidad, que, al verse tan a menudo llamada a castigar las faltas tanto de los dioses como de los hombres a este respecto, se volvió celosa, dura y vengativa.
Su exaltada posición como esposa de la deidad suprema, combinada con su extrema belleza, la hizo volverse extremadamente vanidosa, y en consecuencia resentía con gran severidad cualquier violación de sus derechos como reina del cielo, o cualquier aparente menosprecio de su apariencia personal.
La Manzana de la Discordia
Todos los dioses y diosas estaban presentes en el matrimonio de la ninfa del mar Tetis con un mortal llamado Peleo, excepto Eris (la diosa de la Discordia).
Indignada por no haber sido invitada, decidió causar disensión en la asamblea, y para ello arrojó en medio de los invitados una manzana de oro con la inscripción “Para la más bella”. Como todas las diosas eran extremadamente bellas, cada una de ellas reclamó la manzana; pero al final, cuando las demás renunciaron a sus pretensiones, el número de candidatas se redujo a tres, Hera, Atenea y Afrodita, que acordaron apelar a Paris para que resolviera esta delicada cuestión, ya que era conocido por la sabiduría que había demostrado en su juicio en varias ocasiones.
Paris era hijo de Príamo, rey de Troya, quien, ignorante de su noble cuna, apacentaba sus rebaños en el monte Ida, en Frigia.
Hermes, como mensajero de los dioses, condujo a las tres bellezas rivales ante el joven pastor, y con ansiedad jadeante esperaron su decisión.
Cada una de las bellas candidatas se esforzaba por asegurarse su favor con las ofertas más tentadoras.
Hera le prometió extensos dominios; Atenea, fama y gloria marciales; y Afrodita, la mujer más hermosa del mundo.
Afrodita la más bella de las tres fue la ganadora y a ella le concedió la manzana de oro, y desde entonces fue universalmente reconocida como la diosa de la belleza.
Hera, que esperaba que Paris le diera la preferencia, estaba tan indignada que nunca le perdonó, y no sólo le persiguió a él, sino a toda la familia de Príamo, cuyos terribles sufrimientos y desgracias durante la guerra de Troya se atribuyeron a su influencia.
De hecho, llevó su animosidad hasta tal punto que a menudo fue la causa de desacuerdos domésticos entre ella y Zeus, que abrazaba la causa de los troyanos.
Hera y Heracles
Entre las muchas historias de estas frecuentes disputas hay una relacionada con Heracles, el hijo favorito de Zeus.
Hera había levantado una tormenta en el mar para echar al héroe griego fuera de curso, Zeus se enfadó tanto que la colgó en las nubes con una cadena de oro, y le ató pesados yunques a los pies.
Su hijo Hefesto intentó liberar a su madre de su humillante posición, por lo que Zeus lo arrojó del cielo, y su pierna se rompió al caer.
Hera, profundamente ofendida con Zeus, decidió separarse de él para siempre, por lo que lo abandonó y se instaló en Eubea.
Sorprendido y apenado por este inesperado abandono, Zeus decidió no dejar ningún medio sin intentar recuperarla.
En esta emergencia consultó a Citerón, rey de Platea, famoso por su gran sabiduría y sutileza.
Citerón le aconsejó que vistiera una imagen con atuendo nupcial y la colocara en un carro, anunciando que se trataba de Platea, su futura esposa.
Hera, indignada ante la idea de una rival, voló al encuentro de la procesión con gran ira, y agarrando a la supuesta novia, la atacó furiosamente y le arrancó el atuendo nupcial.
Su alegría al descubrir el engaño fue tan grande que se produjo una reconciliación y, arrojando la imagen a las llamas, se sentó en su lugar entre risas y regresó al Olimpo.
El cinturón de oro
Frodita prestó a la diosa Hera un cinturón de oro, conocido como “Cestus”, creado por el Hefesto. Se decía que el cinturón poseía poderes mágicos que podían realzar la ya formidable belleza y atractivo de Hera.
Cuando los dioses estaban en guerra contra los gigantes, pidió ayuda a Afrodita, la diosa del amor y la belleza.
Afrodita prestó a Hera su cinturón mágico, con la esperanza de que aumentara la confianza de Hera y la ayudara a ganar la guerra. Se decía que el cinturón estaba hecho del oro más fino y joyas incrustadas, y se creía que tenía el poder de hacer a su portadora irresistible para cualquier hombre.
Con el cinturón puesto, la belleza de Hera se amplificaba y era capaz de distraer y seducir a los gigantes, haciéndoles caer en una trampa y asegurando finalmente la victoria de los dioses. Devolvió el cinturón a Afrodita, pero no sin antes apreciar plenamente el poder que le había otorgado.
El mito se considera a menudo un símbolo del poder de la belleza y el atractivo, así como un recordatorio de la astucia y el ingenio de los antiguos dioses y diosas griegos.
Otros Datos sobre Hera
Hera era la madre de Ares (Marte), Hefesto, Hebe y Eileitia.
Ares era el dios de la Guerra; Hefesto, del Fuego; Hebe, de la Juventud; y Eileitia presidía el nacimiento de los mortales.
Sus principales templos estaban en Argos y Samos.
En estas ocasiones siempre se ofrecía a Hera un hermoso manto, tejido por dieciséis mujeres elegidas de las dieciséis ciudades de Elis, y los cantos corales y las danzas sagradas formaban parte de las ceremonias.
Hera suele representarse sentada en un trono, con una granada en una mano y un cetro coronado por un cuco en la otra.
Sus atributos son la diadema, el velo, el cetro y el pavo real.
El primer día de cada mes se sacrificaban a Hera un cordero y una cerda.
El halcón, la oca y, sobre todo, el pavo real le eran sagrados.
Bandadas de estas hermosas aves rodeaban su trono y arrastraban su carro; Iris, el Arco Iris, iba sentada detrás de ella.
Sus flores favoritas eran el orégano de Creta, la amapola y el lirio.
Imágenes
El juicio de Paris
Artista: Enrique Simonet (1866–1927)
Fuente: Wikipedia
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Juno recibiendo el Cestus de Venus,
Guy Head (1760-1800)
Fuente: Wikipedia
Licencia: Dominio Público
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